jueves, 24 de diciembre de 2009

Mi mujer

Digo mi mujer, y no quiero significar con esa muletilla tan usada lo que se considera en general cuando alguien dice "mi mujer" Suena como a algo viejo, usado, un artículo de costumbre, un adorno social.
Cuando pienso en ella y digo mi mujer, mi sentimiento y pensamiento está muy lejos de todo eso. Lo digo sintiéndome orgullosa de ella, lo digo pensando en los momentos íntimos que compartimos y en el ser mujer que ella despertó en mi, lo digo pensando en sus aromas de mujer que me vuelven totalmente loca...
Por cosas de la vida, cosas que pasan, hoy no puedo estar con ella. Lo social y la familia pesan demasiado sobre mi todavía y estoy tratando de deshacerme de todo eso. Ella también tiene esos pesos en sus hombros, aunque algo diferentes.
Y la extraño, la extraño profundamente, no como extrañar algo que está fuera, sino como si de pronto no tuviera una parte de mi, como si me hubiera dejado una parte del cuerpo y del alma en algún lugar lejano y no pudiera ir a buscarlos.
Amo a esta mujer con todos mis sentidos, con todo el cuerpo, con el alma, con el cerebro y el pensamiento... Con ella he descubierto una parte de mi que estaba dormida, muy dormida y olvidada. Me despertó la ternura de repente, una ternura que avasalla, que llena, que explota, que cosquillea en la piel y en los dedos...con ella puedo sonreír y reír, con ella puedo ser libre.
Si pudiera explicar lo bien que se llevan nuestros labios, como se mueven buscándose, dándose espacios, llenando espacios, haciendo desear, escondiéndose...si pudiera decir que cada vez que acaricio su lengua con la mía me recorre la piel y los huesos un deseo que se me despertó con ella y que siento solo por ella...Si pudiera llegar a tener las palabras precisas para describir lo que pasa cuando la tengo en mis brazos muy cerca y nuestro pecho se junta entre suspiros y nuestros vientres anticipan ciertos movimientos que no tardarán en llegar, porque las dos somos muy ansiosas, nos cuesta darnos un tiempo, nos cuesta tomar las cosas con calma...Mis brazos alrededor de su cintura, mis manos en su espalda...la tengo atrapada y la presiono contra mi cuerpo como si quisiera confundirme y fundirme con ella...Pero mis manos inquietas no pueden mantenerse ahi por mucho tiempo, necesito sentir su piel, necesito explorar debajo de su remera, necesito que todo lo que impide que nuestras pieles se toquen desaparezca, necesito hundir mi nariz entre sus pechos (no encuentro palabra mejor en castellano, y tetas tampoco me gusta, elijan ustedes) necesito incorporar en mi ese aroma tan particular y tan de ella, mientras mis manos juegan con sus pezones, tan sensibles siempre y que reaccionan al menor roce, y ya no puedo resistir, necesito sentirlos en mi lengua, necesito el sabor de su piel, tan suave en esa zona, necesito apropiarme de esa sensación, necesito hacer míos esos pezones...ella no se queda atrás y puedo sentir sus manos en mi cuerpo, y necesito más, necesito sentirla, amo sus caricias, y necesito más, me muero por sentirla, me muero por que sus manos sean aún más atrevidas... Cuando mis manos llegan a sus caderas ya no hay muchas barreras para derribar ni ropa por sacar, me muero por estar dentro de ella, por sentir la humedad entre sus piernas, me encanta acostarme encima de ella, con una de mis piernas entre las suyas, con nuestras caderas presionando y moviéndose como si hiciera siglos y siglos que lo hacen, tan sincronizada es la danza, me gusta porque puedo mirarla a los ojos, porque puedo ver lo que me dicen y lo que me están pidiendo, porque puedo ser un poquito mala y hacerla esperar cuando se que se está muriendo de deseo, de necesitar más, y cuando ninguna de las dos puede ya soportar más, bajo lentamente, besando su cuello, su pecho, su pancita...hasta llegar entre sus piernas, donde mis dedos ya habían estado jugando antes, y donde mi lengua y labios quieren saborear y sentir...Mi mujer se toma su tiempo, y encontró en mi una buena compañera, no me molesta para nada que no se apure, al contrario, amo darle placer y no me canso (aunque el cuello se resienta a veces, jeje) Amo sentir sus orgasmos en mi boca y en mis dedos, amo tenerla abrazada después y sentir su respiración tranquilizarse. Amo dormir con ella y tenerla al alcance de la mano, la verdad es que no puedo dejar de tocarla, cuando estamos juntas, en su departamentito de juguete, aún cuando está cocinando y yo tirada en el colchón en el piso, me parece que está lejos. Pero también me gusta observarla, mirar como se mueve, como si ella y el mundo llevaran velocidades diferentes, es algo difícil de explicar pero es así.
Amo a mi mujer, muchísimo. Y a través del espacio y el tiempo, esta nochebuena al brindar,voy a estar con ella.

lunes, 12 de octubre de 2009

Flor de Torta!!!!

Descubrí que soy una reverenda pelotuda, hablando mal y pronto.Miles de pequeñas y grandes señales me estaban golpeando la nariz: ¡¡¡che loca, te gustan las minas!!!!
Siempre que miraba alguna peli romántica, miraba más a la mina que al tipo, imaginando como ella se sentiría, ví películas de tema lésbico o con un touch lésbico sin que me sintiera incómoda, miraba el programa Infómanas con la Negra Vernaci y mi sketch favorito era Torta tortón (en youtube hay un video)
Se prendían todas las luces de emergencia de la consola que me maneja la vida, y yo seguía como una boluda, ajena a las pequeñas y grandes señales...
En fin, las cosas se dan cuando se tienen que dar, pero que quieren que les diga, me da vergüenza ahora cuando en retrospectiva me doy cuenta del cúmulo de señales de tránsito que me llevaron hasta acá, cuando el desvío podría haber sido tomado tantos kilómetros atrás.

La mujer de mi vida

Cuando una se pasa casi todo el tiempo con la nariz metida en internet, es probable que termine enredando sus sentimientos en alguna situación... Y fue exactamente lo que me pasó.
La conocí a través de un blog, me gustó su forma de escribir, y aunque la última entrada del blog era bastante vieja, decidí escribirle al mail... Yo estaba sumida en una especie de limbo, saliendo de una relación virtual que se llevó tres años de mi vida y que terminó ocasionando mucho dolor. Tenía ganas de empezar a vivir y no podía encontrar la punta del ovillo.
Mi primera intención fue la de hablar con ella para preguntarle acerca de su vida, y de como manejaba la vida lésbica en la capital de la provincia. Le escribí, sin esperar mucho, no pensé que me fuera a responder, pero no perdía nada con intentar. Contra de mis expectativas, me respondió. Mail va mail viene...pasamos al chat... Descubrí que ella es una persona de las que muchas no hay, una torta sin rollo, sin esa cuestión corporativa que tienen algunas tortas. Y las dos somos muy tímidas, había coqueteo y una atracción evidente, pero con mucha cautela por las dos partes.
Llegó el día de conocernos, y fue todo lo que había esperado y más, mucho más.
Nos encontramos, la tensión entre las dos era muy fuerte...ella me ofreció un café y fue a calentar el agua en un anafe que no calienta mucho, pareció eterno el tiempo que tomó el agua en hervir, mientras ella estaba parada frente a la cocina y yo no le sacaba los ojos de encima, apoyada en la pared y muy cerquita...cuando el café estuvo listo, nos sentamos a la mesa, y no podíamos hablar, nos espiábamos mutuamente, yo jugaba con el celular, con un clip que había sobre la mesa, los nervios iban en aumento...hasta que ella dijo que mejor hacer el trámite que yo tenía que hacer.Yo ya me había olvidado, el trámite no me importaba nada, y ella me vio la cara de desilusión cuando mencionó que teníamos que irnos. Ella supuestamente tenía clases en la facultad en poco tiempo y yo pensé que la visita había terminado. Salimos del departamento y nos subimos a un colectivo. Ella se sostenía con una mano en un caño vertical del colectivo, yo muy cerca de ella, sosteniéndome, y el costado de mi cuerpo apoyado en la mano de ella. Yo tenía una camisita blanca, y se que a ella se le iban los ojos, y yo me pegué a su mano, medio a propósito y medio inconcientemente. Llegamos a donde yo tenía que hacer el trámite, que duró cinco minutos.Y volvimos caminando a la parada del colectivo, bajo la llovizna. Nos refugiamos en la entrada de un edificio, yo me paré detrás de ella, no había nadie alrededor. Me moría de ganas de hundir mi nariz en su pelo, en sus rulos preciosos...y justo cuando estaba tomando coraje para hacerlo, un tipo pelado buscó el mismo refugio que nosotras (¡me re cacho con los pelados!) Volvimos al departamento, le pregunté si se iba a la facultad, ella dijo que más tarde. Nos volvimos a sentar a la mesa, hablábamos de trivialidades, nos mirábamos. Ella había dicho en el chat que cuando nos encontráramos se le iban a responder muchos interrogantes. Cuando yo ya no pude más, le pregunté si verdaderamente se le habían respondido, y ella no se animó a decir nada y me repreguntó...Yo le dije, sí se me respondieron, todo lo que te dije en el chat es verdad, solamente se confirmó. Y ella se quedó en silencio. Se me vino el alma al piso, ella no decía nada y yo ya estaba por agarrar mi bolso e irme, porque era evidente que a ella no le pasaba lo mismo. Mientras tanto, seguía jugando con el clip. Yo dije algo así como "pobre clip"...Y entonces, un momento mágico. Ella dijo si querés tengo otra cosa para que juegues, y me ofreció su mano. De más está decir que la acepté enseguida, nos miramos en forma muy intensa...Como estábamos un poco lejos, nos paramos, nos acercamos y nos besamos, con la intensidad que solo un primer beso conoce.
Caricias, muchos besos...hicimos el amor toda la tarde, el colchón en el piso de su departamento diminuto.
Y ya han pasado casi 6 meses...y la amo como nunca pensé que fuera posible amar. Con tranquilidad, confianza, a su lado puedo respirar. Solo ante ella me animo a descubrirme tal cual soy, sin miedos...

domingo, 28 de junio de 2009

Un día de escuela

La voz de la profesora de literatura llegaba como un murmullo al fondo del aula. Sentada en el último banco de la fila que se alineaba contra la pared, Verónica podía perfectamente seguir ensimismada en su propio mundo, sin temor a que algo rompiese el equilibrio de sus pensamientos. Además, sin tener que disimular, apenas levantando los ojos, alcanzaba a verla. La conocía desde que ella había entrado a la escuela hacía ya casi dos años, recién llegada de otra ciudad de la provincia. Feliz coincidencia, la casa que la familia de ella alquiló quedaba a unas pocas cuadras de la suya. Su nombre era Julia, y a pesar de ser totalmente distraída, se aprendió ese nombre y no lo olvidó más, no como otros tantos nombres que se le escapaban de la memoria… Su reconocida timidez e introversión no le impidieron acercarse a esta recién llegada. Al principio, el interés se debió a lo de siempre, Julia representaba algo diferente, algo que venía a quebrar la monotonía de la ciudad que sentía tan aplastantemente gris. Pero con el pasar de los días, se dio cuenta de que Julia era verdaderamente interesante. Podía hablar con ella horas y horas. Una conjunción perfecta de buena conversación y confianza.
La profesora de literatura seguía desvariando y tratando de que su ineptitud pasara desapercibida para sus desinteresados alumnos. Desde su lugar, Verónica escuchaba a medias lo que la encorvada docente trataba de explicar acerca del realismo mágico. Sus ojos se iban constantemente al banco que ocupaba Julia, dos lugares más adelante de la fila de la izquierda inmediata a la suya. Su cabello castaño caía sobre sus hombros, estudiadamente despeinado. Con ese gesto tan típicamente suyo, levanto la mano derecha para acomodar el mechón rebelde detrás de la oreja y dejar al descubierto su cuello, larguísimo, en el que se definían las venas y arterias en una hidrografía que Verónica conocía mucho mejor que la de los mapas de geografía que se suponía debía estudiar. El delantal blanco, de esos que usan las chicas, con tablas y muy cortito, abrochado detrás, con un cinto que forma un moño, le sentaba perfectamente. Verónica siempre había odiado los uniformes, de todo tipo, pero en este caso… La mano de Julia volvió a jugar con el lápiz, nuevo, de esos de dibujo, que tanto le gustaba usar. Verónica notó que apenas los lápices de Julia comenzaban a disminuir de longitud por el uso, eran reemplazados por nuevos, relucientes, con el olor a madera intacto y la punta perfecta con que vienen de la fábrica.
Verónica no podía verle la cara, el ángulo se lo impedía, aunque a veces podía distinguir el perfil de Julia cuando ella apoyaba su rostro en su mano izquierda, evidentemente aburrida en la clase. En un momento, Julia se dio vuelta, seguramente porque podía sentir la intensidad de la mirada en su espalda y sus ojos se encontraron. Verónica no se preocupó por esto, sabía que su tez oscura impedía que se notara cuando se ponía colorada. Julia le hizo un gesto como preguntando si le pasaba algo, gesto al que Verónica no supo cómo responder, y optó por clavar la mirada en las hojas de carpeta que tenía encima del banco. Con su lapicera negra comenzó a dibujar los márgenes, con líneas rectas formando dibujos caprichosos. Se abocó a esa tarea como si fuese lo más importante del mundo, la verdad era que estaba nerviosa y a la vez ansiosa. En el momento en que la profesora mencionaba a García Márquez, un bollito de papel cayó sobre su banco, Verónica miró alrededor sorprendida y vio a Julia dada vueltas e indicándole que abriera el papelito. Lo hizo, obedientemente, y leyó: ¿te pasa algo? Verónica no sabía muy bien que contestar, así que escribió: No me pasa nada :) Dibujó el ícono para no dejar dudas de que decía la verdad. Conocía a Julia y sabía que no era fácil de engañar. Volvió a armar el bollito y cuando la profesora no miraba, se lo tiró a Julia. Ella lo leyó, y Verónica vio que escribía nuevamente en el arrugado papelito. No pudo remediar el volver a mirarla. Se había enamorado de Julia sin poder evitarlo. El sentimiento la invadió como una gripe de esas que te dejan en cama por una semana y con secuelas por varias más. Un virus que le producía fiebre, insomnio, náuseas, cambios de humor, en fin, toda la sintomatología de un enamoramiento de esos que dejan marcas. No hubo paracetamol que hiciera efecto ni vahos que la ayudaran a respirar mejor. Julia le quitaba el aliento y ella era la única que podía devolvérselo. El papelito volvió a describir una parábola en el aire, para, gracias a la gravedad terrestre y a la puntería de Julia, caer sobre su banco una vez más. Esta vez se leía: “Esta mujer no entendió nada de Cien años de soledad” Julia y Verónica eran buenas lectoras, no las iba a engañar una profesora mediocre. Sin saber que la impulsó, Verónica escribió rápido, casi rasgando el papel: “si pudiera, te llevaría conmigo a vivir a Macondo” Sin pensarlo, devolvió el papel a su dueña. Julia leyó, pero a los gestos de su rostro, Verónica no pudo verlos ni adivinarlos. Desde otro ángulo se pudo apreciar un arqueo de cejas primero, que dio paso a una expresión de sorpresa, que se convirtió en una media sonrisa mezcla de ternura y algo indefinido, acompañado por rubor de mejillas. Julia se levantó y pidió permiso a la profesora para ir al baño, que no se sentía bien, dijo. Pasaron un par de minutos, que a Verónica le parecieron demasiados. Se levantó a su vez y le dijo a la profesora que iba a ver como estaba Julia. Sin esperar respuesta, salió del aula. Sabía que la escuela tenía reglas, que no podía haber más de un alumno fuera del salón con permiso, pero esto no le importó. Se dirigió automáticamente al baño de mujeres, un recinto algo apartado y bastante grande, con varios cubículos, todavía con baños a la turca, con los tiempos que corren. Pero estaban siempre muy limpios y eran de un mármol blanco con vetas rosadas. Verónica entra al baño y ahí estaba Julia, apoyada en la pared del fondo. La estaba esperando. Verónica caminó hacia ella lentamente, le temblaban las rodillas, y como de costumbre cuando se acercaba a Julia, le faltaba el aire y el corazón latía en ritmos irregulares. “Disculpáme Julia, no sé que me pasó, lo que escribí…” no pudo seguir. Julia estiró su brazo, y con su mano buscó la de Verónica y la condujo al último cubículo, el más apartado. Verónica se dejó conducir, no tenía fuerza de voluntad. Julia cerró la puerta, y se puso frente a Verónica mientras que la miraba a los ojos. Verónica casi no podía sostener esa mirada, estaba tan nerviosa que no podía leer lo que significaba. Julia abrió los labios para susurrar: “ojalá pudiéramos escaparnos a Macondo” Estaban muy cerca, pero esa cercana lejanía se les hizo insoportable. Verónica rodeó la cintura de Julia y la abrazó como hacía tanto tiempo que lo deseaba, mientras Julia le apoyaba su cabeza en el hombro, sus brazos alrededor de su cuello, apretándola muy fuerte. Se separaron unos centímetros y volvieron a mirarse. Los labios de Julia temblaban, toda ella temblaba en los brazos de Verónica. El beso inminente, que estaba entre las dos, se había empezado a gestar desde el primer momento en que se lo imaginaron, cada una por separado, cada una en un momento distinto, o quizás el mismo… Los labios se acercaron lentamente, Verónica pudo percibir el aliento de Julia, una mezcla de chicle de tutti frutti y la madera del lápiz nuevo que había mordisqueado durante la clase. El primer roce, suave…luego los labios presionaron buscando más, un beso lento, Verónica había cerrado los ojos pero los abría de a ratitos para ver la cara de Julia, las lenguas, tímidas al principio, dieron lugar a juegos más profundos y sensuales, mientras las manos de ambas presionaban en la nuca de su pareja…rumor de pasos, risas, gritos…Había tocado el timbre de salida y no lo habían escuchado. Salieron del baño de a una, primero Verónica, después Julia.
Al día siguiente, Julia casi no miró a Verónica ni la saludó. El resto del año transcurrió así, entre negaciones, indiferencias, miradas delatoras y cobardías evidentes.

domingo, 8 de marzo de 2009

Día de la Mujer

¡Felicidades para todas las mujeres en su día!
¿Por qué un día? En fin...
Para festejar, celebrar, recordar...Una mujer talentosa, de esas mujeres que te remueven las entrañas, Ella Fitzgerald.
Famosa cantante de jazz, comenzó su carrera como bailarina, hasta que la oyeron cantar... Nació el 25 de abril de 1917, sus padres no estaban legalmente casados, y cuando Ella nació, se separaron. Tiempo después, Ella fue puesta en un asilo para huérfanos...Creció con un gran amor hacia la música y el baile. Cuando su madre murió, Ella la pasó muy mal, en la escuela no podía mantener sus notas, y finalmente la abandonó. Trabajó un tiempo en un burdel, donde frecuentaba a miembros de la mafia. Ésto la metió en problemas con la policía, y fue enviada al reformatorio. Cuando salió, comenzó a buscar oportunidades para desarrollar su ambición de ser bailarina (vale aclarar que sólo tenía 17 años en ese momento) Obtuvo una audición en un club, durante la noche de aficcionados...Su idea era por supuesto, bailar. Sin embargo, había una pareja que bailando era genial. Ella se sintió intimidada y cambió su acto, cuando subió al escenario, cantó...Y sin dudarlo, fue la gran ganadora de la noche (25 dólares, una pequeña fortuna en esos días)
Ella fue siempre una mujer tímida, discreta, casi solitaria...Puede no gustarte el jazz, puero si te tomas un momento para escucharla, no podrás negar que cuando esa mujer abre la boca, hace más que cantar. De ella brota ese grito primigenio del ser humano, de toda mujer, el grito de libertad, el grito de la valía propia, de la individualidad que se reconoce parte de un todo, también de ese algo que se desvanece y no tiene fronteras...
Les dejo una de sus versiones de 'Round midnight, espero que les conmueva ;)