miércoles, 19 de enero de 2011

Es lo que hay...

Para comprender plenamente la situación que será objeto y sujeto de este relato, han de saber que a Topita le encanta...dormir. Horas y horas seguidas si nadie la despierta, aún con despertador, dos celulares con cinco alarmas programadas cada una, tengo que llamarla por teléfono para que se termine de despertar, y a veces no lo consigo. Y cuando dormimos juntas, pues a molestarla hasta que se digne abrir los ojos. Y la otra cosa que es muy importante para desentrañar este misterio en su cruda humanidad, es que ella trabaja en un call center en el que se da soporte a un proveedor de internet con nombre de género musical nacido en New Orleans...
Cierta noche, después de una sesión de sexo desenfrenado, estábamos conversando. Yo muy seriamente le estaba exponiendo no sé que cosas con buen uso de la gramática, a lo que ella respondía con un "sí mi amor" o "claro mi vida" o "yo tambiézzZZZzz" Probablemente yo le estaba declarando mi amor incondicional, describiendo como había cambiado mi vida, en fin, le estaba ofreciendo mi corazón, ahí, palpitante, a riesgo de mi propia vida (todos sabemos que un corazón es casi indispensable, aunque algunos puedan pasar de él sin inconvenientes) y como respuesta escucho unos balbuceos y luego claramente un "¿PROBASTE REINICIAR EL MÓDEM?"
Yo, despatarrándome de la risa y Topita durmiendo a pierna suelta.

domingo, 16 de enero de 2011

Más mudanzas

Terminando con la mudanza de Topita, una pensaría que la calma está pronta a llegar, pero no es así. Como toda película de terror que se precie, tiene una secuela. Ahora me toca mudarme a mí.
No encuentro casa, mi mamá no es práctica y se desespera y cuando encontramos un lugar vacila tanto que al final otra persona lo alquila.
Por las dudas, yo ya compré muchas cajas, de esas archiveros que se usan en las oficinas y ya puse ahí mis libros y papeles, y tiré muchísimas cosas que me empeñaba en guardar pero que no son más que lastre de una vida pasada, de alguien que ya no soy.
No sé por qué, pero no me apego a los lugares físicos. Cuando dejé la casa que habité durante 27 años no sufrí en lo más mínimo, y ahora tampoco me da pena dejar esta otra casa. No he viajado demasiado, pero cuando lo hago, es como si me mimetizara con el nuevo lugar en cuanto comienzo a recorrerlo y me encuentro como si hubiera estado allí siglos y siglos.
Eso sí, las mudanzas le quitan el romanticismo hasta al más pintado, polvo por todas partes, desorden, arreglar y pintar paredes y puertas...
En fin, quizás más tarde las musas vuelvan con la lluvia que parece que está a punto de caer.

domingo, 2 de enero de 2011

Menores y personas sensibles abstenerse

Me subo a un ómnibus...viajo durante tres horas, a veces me duermo profundamente y el viaje transcurre en un suspiro, otras veces el insomnio y la impaciencia me ganan y experimento la sensación de eternidad.
Y es como volver a conocerte. Llego al departamento cuando todavía no volviste del trabajo. Puedo ver los platos sucios y restos de comida, si es que saliste a las apuradas. Las toallas mojadas sobre la cama y el piso lleno de talco son indicadores de que te quedaste dormida o que se te pasó el tiempo sin darte cuenta.
Y yo no soy la misma persona que era desde la última vez que nos vimos, y vos tampoco lo sos. Y al verte tengo que aprenderte otra vez, casi como el primer día. Hay más familiaridad, eso es cierto, y comodidad.Pero siempre es un proceso, somos como dos animalitos salvajes, entre temerosas e intrépidas.
Y nos encontramos, con nuestros respectivos montoncitos de experiencias, que hemos tenido en solitario, algunas de las cuales conocemos por llamadas telefónicas o charlas de messenger. Y muchas otras pequeñas cosas que no nos contamos, porque nos olvidamos, porque son muy pequeñas, o porque son muy intensas para hablarlas a la distancia. Y otras cosas que son muy intensas para hablarlas en persona, y las hablamos a la distancia...
Y así te abrazo, te beso, te siento. Te desnudo y vuelvo a aprender tu cuerpo, veo algunas nuevas marcas, un moretón, un corte, una picadura de mosquito, una quemadura al cocinar... Y siempre me fascina tu cuerpo, como reacciona al pegarse al mío. Como dos sustancias que separadas son inocuas, pero que al mezclarse producen algo nuevo que es inflamable, efervescente, inestable... Y todas las caricias nacidas en solitario saben que llegó su momento y en urgentes oleadas andan y desandan caminos como hábiles baqueanas. Movimiento y contramovimiento en perfecto equilibrio, jadeos y sonidos ahogados que anuncian más que cualquier palabra que pueda decirse. Piernas entrelazadas y caderas que se tornan cada vez más atrevidas. Tu cabeza descansando en mi mano derecha, mi boca en tu cuello y mi mano izquierda buscando el camino lentamente por tu vientre, y aventurándose cada vez más abajo, pero sin prisa...
Cada noche es un aprendizaje, cada hora de sueño a tu lado es la retórica del amor, la dialéctica de los sentidos...la preparación de la despedida,la certeza del reencuentro.